La verdadera historia de
los sordos comienza en Francia a mediados del siglo XVII, con el célebre abate
de L´Epée, quien hizo que la educación de los sordos diera un giro fundamental.
Hasta ese momento la única educación para los sordos era el preceptorado
especializado.
El abate de L´Epée y su continuador, Sicard, crearon una educación colectiva y,
por extensión, una comunidad educativa de sordos donde numerosos niños de todos
los medios recibieron enseñanza.
El abate de L´Epée fundó en 1760, en París, en su propia casa, la primera clase
gratuita para sordos. Él elaboró (tratando de enseñar la lengua francesa a los
sordos) “gestos metódicos” que se agregaban a la lengua de señas de los sordos
ya existente. Este método trató de aproximar, desde el punto de vista
morfológico, la lengua de seña francesa a la lengua escrita. La idea era
establecer entre esos dos códigos una correspondencia término a término, al
nivel de los monemas. Globalmente, y haciendo mayor hincapié en la lengua oral,
este tipo de “innovación” de la lengua de señas recibirá luego el nombre de
“francés señado”, cuya versión más moderna es el “bimodalismo”.
“Una vez que sus alumnos sordos habían aprendido las palabras escritas que
correspondían a cada seña, podían fácilmente signar un texto o bien transcribir
esos signos en lengua escrita”. (Lane, 1979a)
El método del abate de L´Epée cobró gran notoriedad: “A las demostraciones
públicas anuales, eruditos y príncipes acudían con el mismo interés. Más de
ochocientas personas acudieron a la última sesión, con numerosos discípulos
extranjeros llegados de los cuatro puntos cardinales de Europa y que, después
de haber dominado el francés señado, iban a fundar institutos para sordomudos
concebidos según el modelo de París, de Copenhague a Roma y de Amsterdam a
Zurich”. (Lane, 1979a)
El método atravesó inclusive el Atlántico en 1816, exportado a Estados Unidos
por un sordo, alumno de Sicard, Laurent Clerc, y acompañado por Thomas H.
Gallaudet, joven maestro americano, oyente, que fue a Francia a familiarizarse
con el método de Sicard. Ambos fundaron la primera escuela para sordos de
América. Pero la utilización del francés señado como etapa intermedia entre la
verdadera lengua de señas y el francés hablado o escrito se tornó larga e
inútil.
Bebian, el sucesor intelectual de Sicard, propuso dejarlo de lado argumentando
que se desnaturalizaba la lengua de señas queriendo plegarla a las formas de la
lengua francesa y que este método era un aparato molesto y pesado. (Lane,
1979a)
Alrededor de 1830 en la mayoría de las escuelas de sordos el francés señado
había sido abandonado y reemplazado por la lengua de señas. La brecha entre la
lengua de señas de los sordos y la hablada o la escrita sería en adelante
notoria.
Una aproximación progresiva de las formas estructurales (dialectización) de la
primera sobre la segunda se volvía cada vez más difícil. (Lane, 1979a)
“Qué trabajo erróneo tratar de forzar la lengua de señas en el modelo de la
lengua hablada, llenarla de prefijos y sufijos y terminaciones gramaticales de
la sintaxis inglesa o francesa; transformar una lengua sintética y económica en
lenguaje redundante y secuencial; transformar esquemas espaciales en esquemas
temporales; tratar de convertir un lenguaje visual en un lenguaje audible”.
(Lane, 1979a)
Esta primera reivindicación de la lengua de señas en tanto que lengua completa
provocaría con el correr del tiempo consecuencias inesperadas.
La lengua de señas no será más asimilable a una forma gestual de la lengua
oral. Es una lengua diferente, propia de una comunidad diferente. El concepto
estigmatizante de ghetto será de ahora en adelante aplicado sin reservas a la
comunidad de los sordos y utilizado en su detrimento.
martes, 29 de octubre de 2013
EL ABATE DE L´EPÉE
13:47
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