martes, 29 de octubre de 2013

EL ABATE DE L´EPÉE

La verdadera historia de los sordos comienza en Francia a mediados del siglo XVII, con el célebre abate de L´Epée, quien hizo que la educación de los sordos diera un giro fundamental. Hasta ese momento la única educación para los sordos era el preceptorado especializado.
El abate de L´Epée y su continuador, Sicard, crearon una educación colectiva y, por extensión, una comunidad educativa de sordos donde numerosos niños de todos los medios recibieron enseñanza.
El abate de L´Epée fundó en 1760, en París, en su propia casa, la primera clase gratuita para sordos. Él elaboró (tratando de enseñar la lengua francesa a los sordos) “gestos metódicos” que se agregaban a la lengua de señas de los sordos ya existente. Este método trató de aproximar, desde el punto de vista morfológico, la lengua de seña francesa a la lengua escrita. La idea era establecer entre esos dos códigos una correspondencia término a término, al nivel de los monemas. Globalmente, y haciendo mayor hincapié en la lengua oral, este tipo de “innovación” de la lengua de señas recibirá luego el nombre de “francés señado”, cuya versión más moderna es el “bimodalismo”.
“Una vez que sus alumnos sordos habían aprendido las palabras escritas que correspondían a cada seña, podían fácilmente signar un texto o bien transcribir esos signos en lengua escrita”. (Lane, 1979a)
El método del abate de L´Epée cobró gran notoriedad: “A las demostraciones públicas anuales, eruditos y príncipes acudían con el mismo interés. Más de ochocientas personas acudieron a la última sesión, con numerosos discípulos extranjeros llegados de los cuatro puntos cardinales de Europa y que, después de haber dominado el francés señado, iban a fundar institutos para sordomudos concebidos según el modelo de París, de Copenhague a Roma y de Amsterdam a Zurich”. (Lane, 1979a)
El método atravesó inclusive el Atlántico en 1816, exportado a Estados Unidos por un sordo, alumno de Sicard, Laurent Clerc, y acompañado por Thomas H. Gallaudet, joven maestro americano, oyente, que fue a Francia a familiarizarse con el método de Sicard. Ambos fundaron la primera escuela para sordos de América. Pero la utilización del francés señado como etapa intermedia entre la verdadera lengua de señas y el francés hablado o escrito se tornó larga e inútil.
Bebian, el sucesor intelectual de Sicard, propuso dejarlo de lado argumentando que se desnaturalizaba la lengua de señas queriendo plegarla a las formas de la lengua francesa y que este método era un aparato molesto y pesado. (Lane, 1979a)
Alrededor de 1830 en la mayoría de las escuelas de sordos el francés señado había sido abandonado y reemplazado por la lengua de señas. La brecha entre la lengua de señas de los sordos y la hablada o la escrita sería en adelante notoria.
Una aproximación progresiva de las formas estructurales (dialectización) de la primera sobre la segunda se volvía cada vez más difícil. (Lane, 1979a)
“Qué trabajo erróneo tratar de forzar la lengua de señas en el modelo de la lengua hablada, llenarla de prefijos y sufijos y terminaciones gramaticales de la sintaxis inglesa o francesa; transformar una lengua sintética y económica en lenguaje redundante y secuencial; transformar esquemas espaciales en esquemas temporales; tratar de convertir un lenguaje visual en un lenguaje audible”. (Lane, 1979a)
Esta primera reivindicación de la lengua de señas en tanto que lengua completa provocaría con el correr del tiempo consecuencias inesperadas.
La lengua de señas no será más asimilable a una forma gestual de la lengua oral. Es una lengua diferente, propia de una comunidad diferente. El concepto estigmatizante de ghetto será de ahora en adelante aplicado sin reservas a la comunidad de los sordos y utilizado en su detrimento.


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